Ubicado en el océano Pacífico, a más de 2.688 kilómetros de la masa de tierra más cercana, se encuentra el Punto Nemo, el lugar más remoto del planeta. Este punto, conocido también como el “Polo de Inaccesibilidad del Pacífico”, es un área completamente deshabitada, sin infraestructura y con condiciones oceánicas extremas.
Un desierto oceánico
Punto Nemo debe su nombre al personaje literario del Capitán Nemo, creado por Julio Verne en Veinte mil leguas de viaje submarino. Al igual que el capitán y su nave Nautilus, este lugar representa el aislamiento absoluto. No hay ciudades, puertos ni actividad humana en sus alrededores, y su lejanía es tal que, en ocasiones, los seres humanos más próximos se encuentran en la Estación Espacial Internacional (EEI), a unos 400 kilómetros sobre la Tierra.
Cementerio de naves espaciales
Desde 1971, Punto Nemo ha sido utilizado como el “cementerio espacial” del planeta. Las agencias espaciales de todo el mundo, incluidas la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), han elegido este punto para el descenso controlado de satélites y restos de naves espaciales al final de su vida útil. Su ubicación remota minimiza los riesgos de que los fragmentos caigan en zonas habitadas.
El proceso de descenso requiere una planificación meticulosa para garantizar que los restos de los objetos espaciales se desintegren en la atmósfera antes de impactar en el océano. Esto convierte a Punto Nemo en un lugar clave para la gestión segura de desechos espaciales.
Un desafío para la exploración
A pesar de su aislamiento, llegar a Punto Nemo es posible, aunque representa un desafío logístico considerable. Las condiciones climáticas, la falta de infraestructura y la inmensidad del océano hacen que la travesía sea compleja incluso para las embarcaciones más avanzadas.
Los navegantes que se han aproximado a este punto describen una sensación de soledad absoluta, rodeados por miles de kilómetros de agua sin rastro de tierra firme. Aunque el ser humano ha explorado casi todos los rincones del planeta, Punto Nemo sigue siendo un recordatorio de los límites de la presencia humana en la Tierra.
