Patricia Arache
Es una tradición que en esta época que vive el mundo cristiano, la que evoca el nacimiento de Jesús, distintos sectores de la sociedad aboguen por un tiempo de paz y propongan una tregua en las acostumbradas prácticas político-partidarias.
Es un lapso de demanda casi universal desde que, en el 1914, se produjo una tregua, un alto al fuego, en el día de la Nochebuena y hasta el 26 de diciembre, en los enfrentamientos de la Primera Guerra Mundial.
La prestigiosa revista National Geographic, cuenta que “la tregua comenzó en la víspera de la Navidad el 24 de diciembre de 1914, cuando las tropas alemanas comenzaron a decorar sus trincheras, luego continuaron con su celebración cantando villancicos: específicamente “Stille Nacht” (Noche de paz). Las tropas británicas en las trincheras, al otro lado, respondieron entonces con villancicos en inglés”.
Se trató de una experiencia en la que soldados alemanes y británicos, sin que nadie les impusiera, en forma espontánea, comprendieron la importancia de crear un espacio para el amor, la reflexión, el perdón y el cariño, para tributarlo como homenaje y agradecimiento por el nacimiento del Rey de reyes, como también se le conoce al niño que, treinta y tres años después, murió en la cruz, para la redención de nuestros pecados.
A partir de entonces, la Tregua de la Navidad, como se bautizó de inmediato esa práctica de cercanía y humanidad, es reclamada en la época considerada la más bella del año, la de mayor significado espiritual y emocional, la que suele ser propicia para cambiar la maldad por la bondad, lo falso por lo real, lo negativo por lo positivo y la indiferencia por la solidaridad.
En República Dominicana, como en otros países, celebramos con alborozo y entusiasmo las fiestas de la Navidad y del Año Nuevo, y desde hace tiempo, en esta etapa es obligatorio dar una tregua, aunque es menos efectiva cuando, como en este momento, el país se encuentra en una etapa preelectoral.
Las elecciones municipales de febrero y las presidenciales y congresuales de mayo, del próximo año, no deben ser obstáculos para que, en estas navidades del 2023, no se produzca una tregua.
Considero que esa tregua no debe ser solo en el plano político partidario, a cuyos actores se les exige el cumplimiento con mayor determinación y drasticidad; también debe provenir de otros ámbitos que, en los últimos años actúan como puntillitas en los zapatos, para la convivencia social, pacífica, ordenada y decente que merece la nación.
Violencia intrafamiliar, caos en el tránsito, con su alta secuela de muertes, dolor y luto, consumo desenfrenado de sustancias tóxicas, falta de compromiso con la vida propia y la de los demás, insultos y descalificaciones entre algunos que tienen acceso a medios de comunicación social convencionales y a redes sociales.
Carencia del sentido común, pretensiones de manipulación de las masas por parte de quienes antes pudieron y no hicieron y de otros que ahora pueden hacer y no hacen; ausencia de conciencia sobre la necesidad de proteger el medioambiente, agresiones contra niños y ancianos, entre otras, son algunas prácticas que también demandan que se aplique la tregua de Navidad.
En fin. Es tiempo de Navidad, es tiempo de amor, de solidaridad, de colaboración, de esfuerzos para que la festividad por el nacimiento del niño Jesús alcance el significado de bienestar y concordia que siempre ha debido tener y para que cesen las perversidades que convierten al mundo en un muladar, lleno de odio, de sed de venganza y de desesperanzas. Para que podamos hacer algo por y para la paz, aquí, allá, y acullá.