Por: Francisca Jiménez
Vivimos tiempos en los que la apariencia, los logros visibles y las cuentas de banco parecen definir el valor de una vida. Se nos ha enseñado a correr tras lo material como si en ello encontráramos la eternidad. Pero en ocasiones como esta se nos recuerda una verdad ineludible: nada trajimos al nacer, y nada nos llevaremos al morir.
Esta frase, tantas veces repetida en los funerales, no es solo un consuelo ante la pérdida. Es una invitación a pensar en nuestras prioridades. Porque cuando el dolor llega, cuando lo inesperado golpea, lo que realmente cuenta no es lo que acumulamos, sino lo que dimos: amor, tiempo, presencia.
El reciente colapso del techo en la discoteca Jet Set, durante el concierto de Rubby Pérez el pasado 8 de abril, nos enfrenta a esa dura realidad. 232 personas perdieron la vida en un evento que debía ser de alegría y celebración. Y de pronto todo cambió. Lo frágil de la existencia se impuso y en medio de la tragedia, las cámaras se encendieron.
Pero, ¿qué importa ahora quién hizo la mejor cobertura? ¿De qué sirve el reconocimiento periodístico cuando lo que cubrimos está teñido de muerte, de luto, de ausencias eternas?
Como periodistas, locutores ,comunicadores y dueños de medios digitales tenemos una responsabilidad que va más allá de informar. No estamos aquí para competir en medio del dolor, ni para convertirnos en protagonistas de la tragedia. Estamos aquí para acompañar, para humanizar, para recordar con respeto a quienes ya no están y sobre todo estamos aqui para despertar conciencia en quienes aún podemos cambiar el rumbo de nuestras vidas.
En una sociedad que mide el éxito en función de la fama o la riqueza, urge redefinir nuestras métricas. El verdadero impacto no está en lo que logramos acumular, sino en lo que logramos construir en otros. Porque una sonrisa dada sin interés, una mano extendida en medio de la tormenta, una palabra de aliento en el momento justo eso es lo que realmente importa. Eso es lo que queda.
Nada trajimos y nada nos llevaremos. Pero sí podemos dejar una huella. Que nuestra presencia, nuestros actos, nuestras palabras, reflejen humanidad. Que incluso en medio de las tragedias, no olvidemos que lo más valioso no está en la noticia, sino en la vida que hay detrás de ella.