Patricia Arache
La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció el pasado viernes el fin de la emergencia sanitaria que por tres años mantuvo por la incidencia del COVID-19. Naturalmente, todos lo hemos celebrado como una muy buena noticia.Ese período cambió el mundo.
La gente es otra desde entonces y pocos dudan que hasta los mismos sistemas de gobernanza han tenido que modificar en mucho o algo sus modos y estilos para propiciar más el entendimiento entre la gente.
Debilidades de carácter socio-económico e institucional aumentaron en distintas partes del mundo, sin que República Dominicana fuera la excepción; al contrario; y todo ello devino en mayores preocupaciones y hasta en retroceso sobre ligeros avances que venían registrándose en ámbitos vitales para la sana convivencia humana.
Así vimos como los niveles de alimentación, salud, educación, seguridad, producción y otros registraron considerables disminuciones en distintos países, mientras se elevaron otros como los de la delincuencia, la violencia, la desesperanza, el desconsuelo, la desidia y la apatía.La realidad es que autoridades de organismos internacionales sanitarios advierten, y debemos escucharlas, que el COVID-19 sigue siendo una prioridad de salud pública global. Y creo que todos lo estamos viendo a diario.
Nunca hemos dejado de registrar casos.«No podemos bajar la guardia, debemos seguir vacunando a la población vulnerable y reforzando la vigilancia. También es tiempo de enfocarnos en prepararnos mejor para próximas emergencias y reconstruir mejor hacia un futuro más sano y sostenible», advierte, el director de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) Jarbas Barbosa.
Y la precisión sobre el impacto que sigue provocando el COVID-19 al mundo, la colocó el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus cuando informó el cese de la emergencia sanitaria: “La semana pasada, el COVID-19 cobró una vida cada tres minutos. Lo que esto significa es que ha llegado el momento de que los países pasen del modo de emergencia a la gestión del COVID-19 junto con otras enfermedades infecciosas».
La exposición está tan clara que no ameritaría explicaciones, si no fuese porque somos muy dados a coger el rábano por las hojas; a banalizar lo profundo y a complicar lo sencillo.
El COVID-19 no se ha ido. Sigue con nosotros, aunque en menor proporción que la que tuvimos cuando la OMS debió declarar la emergencia sanitaria el 30 de enero del año 2020; y que cuando en marzo de ese año la calificó como pandemia.
Desde entonces se reportaron oficialmente más de 765 millones de casos de coronavirus y casi siete millones de muertes en el mundo, aunque la OMS considera que la cifra es mucho mayor y el director de ese organismo estima que hubo al menos 20 millones de fallecidos en el mundo a causa del virus.
Un virus que sigue pasando factura, tres años después. Para muestra múltiples botones. Se de varios casos actuales de COVID-19, y si a esto sumamos las estadísticas registradas por las autoridades de Salud Pública de República Dominicana, suministradas a organismos internacionales, nos colocamos en presencia de lo que puede definirse como la amenaza de un peligro.
De acuerdo a estadísticas internacionales, al presente mes de mayo del 2023, se han registrado en República Dominicana, 661 mil casos de COVID-19; en Estados Unidos, se reporta una incidencia de 106.8 millones casos; en Colombia, se cuentan 6 mil 365, y en el vecino país de Haití, 34 mil 228 casos.
Estos datos revelan que sí debemos tener cuidado, mucho cuidado: “Él no se ha ido. Sigue atacando sin piedad”.