Patricia Arache
El presidente de la República, Luis Rodolfo Abinader Corona, volvió a elevar esa voz que, al parecer, es la que “clama en el desierto”. Expuso una inexpugnable sentencia: “¡O luchamos juntos para salvar a Haití o lucharemos solos para proteger a República Dominicana!”.
Su proclama tuvo lugar en el marco de la reunión del Consejo de Seguridad de la Organización de Estados Americanos, llevada a cabo en Nueva York, el pasado martes 13 de este mes de febrero, y en la que el jefe de Estado expresó que Haití se encuentra al borde de una guerra civil.
Para nadie es un secreto, y nuestro gobernante lo ha dicho una y otra vez, que el vecino país es una bomba de tiempo, caracterizada por la propagación de bandas criminales por todo su territorio.
Esas bandas matan, roban, secuestran, amedrentan, queman y destruyen todo a su paso, con el agravante de que, según denuncias del ex cónsul haitiano en el país, Edwin Paraison, están federadas y legitimadas por el propio Estado, que no ha encontrado, desde hace décadas, quien lo pueda conducir hacia el trayecto de la institucionalidad.
Cuando Jean Cleaude Duvalier (Baby Doc), continuador de la dictadura iniciada por su padre Francois Duvalier (Papa Doc) en el 1957, huyó de Haití el 7 de febrero de 1986 en medio de un estallido popular, las expectativas sobre la posibilidad de que, por fin, esa parte de esta isla del Caribe encontraría el camino hacia la democracia, recorrieron todos los rincones del mundo. ¡Cuánto ha llovido desde entonces y la tierra sigue seca!
Más de 20 gobiernos fallidos se han sucedido, entre crisis social, neumáticos ardiendo en el cuello de la gente en las calles, corrupción, miseria, terremotos, asaltos, secuestros, traiciones y hasta un presidente en ejercicio, Jovenel Moise, asesinado el 7 de julio del año 2021, en un ataque sádico y brutal, en su propia residencia y del cual todavía las investigaciones no arrojan resultados del todo claros.
¿Qué más debería ocurrir en Haití, para que se produzca una recomposición social y política de ese atomizado conglomerado que permita el inicio de un proceso de construcción de ese país, el primero de América Latina, y el segundo en toda América, antecedido por Estados Unidos (4 julio de 1776), en alcanzar su independencia, el 1 de enero del 1804?
Estudios recientes de entidades especializadas en diagnósticos sociales, y cito a la denominada Iniciativa Global Contra el Crimen Transnacional, aportan datos espeluznantes, que ahuyentan cualquier posibilidad de que gobiernos u organismos internacionales desbloqueen su ya molestosa indiferencia hacia la cruda realidad haitiana y enfilen sus miradas y acciones hacia ese pobre, triste y abandonado pueblo.
De acuerdo a ese estudio, sólo Puerto Príncipe, capital de Haití, está controlada en un 80% por parte de unas 23 bandas, armadas hasta los dientes, que controlan todos los movimientos, incluyendo entrada y salida a las distintas zonas, sin que exista un freno oficial ni de ningún tipo que los detenga. ¡Una obscena y desafiante barbaridad!
Día tras día, la muerte ronda a sus anchas y de manos de sinvergüenzas, desprovistos de compromiso social por las calles de Haití. Las turbas siguen desafiantes y el gobierno haitiano, encabezado por el primer ministro Ariel Henry, sigue de rodillas, sin evidenciar voluntad de levantarse y proteger a las víctimas de las bandas. ¡Una gran desgracia!
Mientras, República Dominicana parece condenada a seguir con su “bacalao a cuesta” y las estadísticas revelan que solo en el primer mes de este año 2024 el número de partos de mujeres haitianas fue de tres mil 048, para un 35.4%; del total de ocho mil 611 que se produjeron en el sistema público hospitalario del país.
“O luchamos juntos para salvar a Haití, o lucharemos solos para proteger la patria”, la que nos legaron Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella y Gregorio Luperón, al igual que otros héroes y heroínas, llenos y armados de dignidad.
A todos, y por todo, ha de convenir que lo que se produzca sea la unidad. ¡Es urgente, luchar unidos para salvar a Haití!