Henry Torres
El pasado mes de octubre, la oficina de prensa de la Santa Sede informó la designación de monseñor Héctor Rafael Rodríguez como nuevo arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros, en sustitución de monseñor Fredy Bretón, quien presentó su renuncia como establece el derecho canónico en su artículo 401.
Con esta nueva misión Héctor Rafael debe trasladarse de La Vega a Santiago. Aquí se repite la historia, pues su antecesor monseñor Flores Santana también fue designado a Santiago en febrero de 1994, convirtiéndose en el primer arzobispo de la recién creada Arquidiócesis.
Hablar de Héctor Rafael para quien suscribe sería muy fácil, pero esto no se trata de brindar lisonjas, ni elevar a los altares santos a alguien que está con nosotros y en salud.
La misión de un obispo es pastorear su Diócesis, algo que desde fuera se ve muy simple y ligero. Alguien que conoce los intríngulis de la Iglesia Católica sabe lo difícil y complicado que se puede convertir esa misión.
Dentro del clero diocesano hay algo que está muy claro: “La Diócesis está organizada”. En ocho años de labor, Héctor Rafael tuvo que caminar sus parroquias, capillas, comunidades y sectores con su visita pastoral. Hablando con la gente, pero sobre todo escuchándola, viendo de primera mano sus necesidades y situaciones. Haciendo suya cada situación y haciendo todo lo posible para llevar soluciones. Tocando puertas por los más necesitados, siendo un buen pastor.
El papa Francisco dice que la Iglesia no es un establecimiento donde se despacha un producto que el público viene a recoger, sino un conjunto de personas que sale al encuentro de los demás, con una buena noticia que comunicar. Que debe ser una iglesia en salida. Estoy convencido de que Héctor Rafael ha hecho suyas esas palabras del santo padre.
Con la sencillez que le adorna, siempre con sus puertas abiertas, nunca se le ha visto haciendo alardes de su posición y mucho menos presumiendo bienes y cargos, los cuales ha desempeñado con bajo perfil.
En momentos, se le ha visto muy enérgico. Todos recordamos su homilía ante el Presidente de la República, en la celebración de la festividad de las Mercedes, cuando le reclamó las pocas iniciativas en materia de medio ambiente y la posición ambigua sobre Loma Miranda.
En la eucaristía de su octavo aniversario como obispo de La Vega, dijo que sus planes eran durar 21 años aquí y luego pedir su renuncia, lo que monseñor no se imaginaba era que Dios tenía otros planes para él.
Aquí le tocó ser puente entre autoridades y empresarios, para lograr objetivos que beneficiaron al pueblo. Inclusive, pudo aglutinar a líderes de otras denominaciones religiosas, algo poco visto, pues por lo general cada quién anda por su lado.
Monseñor Héctor Rafael, le vamos a extrañar. Sin lugar a dudas, Santiago tendrá un gran arzobispo, que con la ayuda de Dios seguirá llevando a cabo su misión: ser un pastor con olor a ovejas, en medio de su pueblo y conquistando almas para Cristo. Dios le guíe en su nueva misión y como buen misionero que es, siga siendo ejemplo del buen pastor, el que da la vida por sus ovejas.